El color púrpura , contra los prejuicios y la violencia femenina (2025)

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A inicios de este año, fue noticia la visita a Cuba junto a otros intelectuales, de la narradora, poetisa y activista afroamericana Alice Walker (Georgia, 1944), a quien el público cubano reconoce sobre todo por el lanzamiento acá de El color púrpura (1982), que se llevó el Premio Pulitzer al año siguiente de publicada, y su versión fílmica homónima del director Steven Spielberg.

En su afán por convertirse en ferviente militante contra el racismo y en paradigma de la paz en el mundo, esta intelectual es un referente para las luchas contra toda forma de violencia con enfoque de género. Y es que en aquella polémica novela que la catapultó a la fama desde los 80, resuenan todavía los nombres de Celie, Nettie, Shug y Sofía, sobrevivientes de la violencia y el sometimiento machistas de principios del siglo XX, mientras intentaban abrirse camino de manera digna bajo las miradas de sociedades brutales a ambos lados del Atlántico.

Aclamada por la crítica literaria, que alabó las descripciones sobre el salvajismo y el sufrimiento que trae consigo la violencia sexual, el texto también ha sido objeto de controversia en el plano de la docencia, ya que muchos padres conservadores estadounidenses se opusieron a que la obra se estudiara en los planes académicos y su venta en librerías, en buena medida debido a los postulados que proponía.

Walker estaba consciente de las ronchas que le saldrían a un sector importante de la sociedad norteamericana luego de lanzado el texto, y así lo confirmaría después en su colección de ensayos titulada Alice Walker, living by the Word (Alice Walker, vivir de la palabra, 1989). Muchos de esos cuestionamientos giraban en torno al uso del argot y las blasfemias que emplea la protagonista cuando está en su proceso de cambio, el reconocimiento del cuerpo, así como el replanteo de su libertad y espiritualidad. Te parezco idiota? Lo fumo cuando quiero hablar con Dios. O cuando quiero hacer el amor. Pero últimamente he notado que Dios y yo hacemos el amor muy bien, tanto si fumo como si no, alega Celie en la epopeya epistolar que constituye toda la obra.

Con solo dos personajes (Sofía y Celie), se denuncia de manera directa lo que hoy denominamos como violencia doméstica; un mal invisible que también está enquistado desde hace siglos en las comunidades de Occidente. La primera de ellas es quien se resiste de manera férrea a la dominación de Harpo (su marido), y por ello es que Sofía es considerada una de las voces femeninas más interesantes dentro del texto, con la cual los seguidores de las ideas de Walker simpatizaron mucho más. La gente está acostumbrada a que esto lo hagan los hombres. Las mujeres tienen que ser reservadas. Llora, si quieres. Pero no te empeñes en llevar la voz cantante, le suelta el esposo ante las continuas réplicas en un instante de cólera.

Aun cuando la novela se desarrolla en un contexto difícil para las mujeres sobre todo para las mujeres negras–, este tipo de violencia invisible (dentro del hogar) en El color púrpura llega hasta nuestros días de diferentes maneras. La soledad y el temor en el cual viven las víctimas, las llevan en muchos casos a doblegarse y asumir el maltrato en silencio. La escritora y activista sabe que esta clase de violencia ha existido desde siempre, y es algo que les sucede con mayor fuerza a las mujeres que, como ella, tienen raíces en otras tierras como la africana. En ello influye el cómo se visten, hablan o aquello que le gusta a cada una, y ocurre en porcentajes elevados, independientemente de su ubicación en la sociedad, por causas que son exclusivas de los provocadores.

Su tratamiento en la obra es una manifestación extrema de la desigualdad y las inequidades que pautan los nexos entre hombres y mujeres, vinculados a estereotipos de género anclados en el tiempo, que no han podido superarse.

De modo que la violencia constituye un problema social que en la actualidad adquiere disímiles manifestaciones y facetas, y todas traen consigo limitaciones para el desarrollo humano, con énfasis para esas mujeres a quienes históricamente se les han restringido libertades de movimiento o de palabra, quebrantando identidades y la dignidad plena.

Alice Walker fue la primera mujer afro descendiente en conseguir el anhelado Pulitzer con esa novela paradigmática. Es hoy precursora de múltiples figuras nuevas que han seguido y enriquecido ese camino, adoptando posturas críticas notables hoy día desde el ámbito literario como Zadie Smith, Yuliana Ortiz Ruano, Desirée Bela-Lobedde, entre muchas otras voces.

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